Sequillos

Sequillos
Receta de sequillos

En esta receta vamos a preparar unos deliciosos sequillos caseros, un dulce tradicional que se elabora siguiendo una receta muy similar a la de la pasta choux. Estos pequeños roscos, también conocidos como rollos, se caracterizan por su ligereza y por ir cubiertos con una fina capa de glaseado que aporta un contraste perfecto entre lo crujiente y lo dulce. Su sabor nos transporta a la repostería de la abuela, con esos aromas de siempre que recuerdan a las meriendas familiares y a los postres de toda la vida. Además, son muy fáciles de hacer en casa, ya que solo necesitas ingredientes básicos como harina, huevos, aceite y agua.

Los sequillos dulces son típicos de varias regiones de España, como La Mancha, Aragón, Murcia o Alicante, donde forman parte de la repostería popular desde hace generaciones. Según la zona, pueden elaborarse con distintas formas: en rosco con o sin agujero central, o con aspecto de panecillo alargado. Gracias a su versatilidad y sencillez, siguen siendo un dulce muy apreciado tanto en fiestas como en celebraciones familiares. Preparar estos sequillos caseros en tu cocina es una manera ideal de mantener viva una receta tradicional y disfrutar de un postre lleno de historia y sabor.

Información de la receta

  • Tiempo de preparación: 30 minutos
  • Tiempo de cocinado: 30 minutos
  • Tiempo total: 1 hora
  • Raciones: 25 sequillos
  • Categoría: Repostería
  • Tipo de cocina: Española
  • Calorías por ración (kcal): 108.4 kcal

Ingredientes

  • 125 g de harina de trigo
  • 150 ml de agua
  • 125 ml de aceite de oliva suave o de girasol
  • 4 huevos medianos

Para el glaseado

  • 2 claras de huevo a temperatura ambiente
  • 250 g de azúcar glas
  • Unas gotas de zumo de limón natural

Como hacer sequillos

  1. Preparar la mezcla base: Coloca en un cazo el agua junto con el aceite y lleva a ebullición a fuego medio. En cuanto rompa a hervir, retira del fuego inmediatamente para evitar que se evapore demasiado líquido.
  2. Incorporar la harina: Agrega la harina previamente tamizada poco a poco, removiendo enérgicamente con una cuchara de madera hasta obtener una masa homogénea sin grumos. Es importante integrar bien la harina para conseguir la textura adecuada.
  3. Dejar enfriar la masa: Deja reposar la mezcla unos minutos hasta que esté tibia. Este paso es clave para que los huevos no se cuajen al añadirlos.
  4. Añadir los huevos uno a uno: Incorpora los huevos de forma individual, batiendo bien cada vez para que se integren completamente. La masa debe quedar lisa, brillante y con cierta consistencia, similar a la de una pasta choux.
  5. Reposar en frío: Coloca la masa en una manga pastelera o en una bolsa bien cerrada y guarda en el frigorífico durante al menos 2 horas. Este reposo ayudará a que la masa coja cuerpo y sea más fácil de trabajar.
  6. Preparar el glaseado: En un bol monta las claras de huevo con unas varillas manuales o eléctricas. Añade poco a poco el azúcar glas mientras sigues batiendo hasta conseguir una crema aireada. Incorpora unas gotas de zumo de limón y mezcla hasta lograr una consistencia firme y cremosa. Reserva en una manga pastelera.
  7. Formar los sequillos: Cubre una bandeja de horno con papel vegetal. Existen dos formas de darles forma: con una manga pastelera de boquilla grande para hacer rosquillas, o colocando porciones con una cuchara y moldeándolas con los dedos húmedos, marcando un agujero en el centro.
  8. Hornear los sequillos: Introduce en el horno precalentado a 180 ºC durante unos 30 minutos. Los sequillos deben cocerse bien pero sin llegar a dorarse demasiado. Si ves que cogen demasiado color, cúbrelos con papel de aluminio o papel vegetal.
  9. Reposo tras el horneado: Apaga el horno y saca los sequillos. Déjalos enfriar sobre una rejilla durante 5 minutos para que mantengan su textura ligera.
  10. Decorar con glaseado: Utiliza la manga pastelera con boquilla fina para adornar los sequillos con el glaseado de forma uniforme.
  11. Secado final del glaseado: Introduce los sequillos decorados en el horno apagado aprovechando el calor residual. Este truco ayuda a que el glaseado se endurezca y quede con un acabado firme y brillante.